El Remanente De Israel
185
Parte V
Capítulo 6
Los Campos de la Muerte y
la Cruzada Antisemita
Hasta qué grado los católicos eran amos de la Alemania nazi, y la
severidad con que habían aplicado los "elevados principios del
papado", pronto resultó evidente.
Los liberales y los judíos tuvieron tiempo para comprobar que esos
principios no habían pasado de moda; y esto lo confirmaron las voces
más ortodoxas. En Auschwitz, Dachau, Belsen, Buchenwald y otros
campos de muerte, la iglesia "puso en práctica" el derecho que se
atribuye de exterminar —lenta o rápidamente— a los que la estorban.
La Gestapo de Himmler —"nuestro Ignacio de Loyola"— realizó
diligentemente esas obras caritativas. La Alemania civil y militar tuvo
que someterse "como un cadáver" ("perinde ac cadáver") a esa
organización todopoderosa.
El Vaticano, por supuesto, se lavó las manos en relación a esos actos
horrendos. Cuando Pío XÍI le concedió audiencia al Dr. Nerin P. Gun
—periodista suizo que fue deportado y se preguntaba por qué el papa
no intervino, proveyendo al menos alguna ayuda a tantas personas
infortunadas—, Su Santidad tuvo el descaro de responder:
"Sabíamos que había persecuciones violentas en Alemania por
razones políticas, pero nunca se nos informó de la naturaleza inhumana
de la represión nazi".'24
Dijo eso precisamente cuando el locutor de Radio Vaticano, el R,P.
Mistiaen, declaraba que "habían recibido evidencias abrumadoras
respecto a la crueldad de los nazis".125
Sin duda al Santo Padre tampoco le informaron lo que ocurría en los
campos de concentración ustashis, aunque su propio legado estuvo en Zagreb.
Sin embargo, en una ocasión la Santa Sede se interesó en el destino
de un grupo de personas condenadas a la deportación. Eran 528
Í24. "Gazetteof Lausanne", 15 de noviembre de 1945.
125. R.P. Dudos, "Le Vatican et la seconde guerre mondiale"
(París: Ed. Pedone, 1955), p. 255. Imprimatur: 1955.
186 La Historia Secreta de los Jesuítas
misioneros protestantes, sobrevivientes entre los que fueron tomados
prisioneros por los japoneses en las islas del Pacífico, e internados en
campos de concentración en las Filipinas. Andre Ribard, en su
excelente obra "1960 y el Secreto del Vaticano", revela la intervención
pontifical en el caso de esas personas desafortunadas.
El texto lleva el número 1591, y se escribió en Tokio el 6 de abril de
1943, en un informe del Departamento de Asuntos Religiosos en
territorios ocupados. De él citamos el siguiente extracto: "Expresaba el
deseo de la Iglesia Romana de que los japoneses siguieran su política,
impidiendo que ciertos propagadores de errores religiosos recuperaran
la libertad a la cual no tenían derecho".526
Desde la perspectiva "cristiana", esc paso caritativo no requiere
comentario; pero, ¿no es significativo en el aspecto político? En
Eslovaquia, el monseñor Tiso —líder jesuíta dictatorial— tenía libertad
para perseguir a los "hermanos separados", aunque su estado era
satélite de Alemania, una nación primordial mente protestante. ¡Eso
muestra la influencia que la Iglesia Romana tenía en el Reich de Hitler!
Hemos visto también el papel de los representantes de esa iglesia en
Croacia, en cuanto a fa exterminación de los creyentes ortodoxos.
Respecto a la cruzada antijudía, obra maestra de ía Gestapo, quizá no
sea necesario mencionar otra vez el papel que tuvo Roma. Ya hemos
descrito los hechos de monseñor Tiso, el primer proveedor para las
cámaras de gas y los hornos crematorios de Auschwitz. Sin embargo,
agregaremos algunos documentos característicos a su expediente.
Primero, veamos la carta de León Berard, embajador del gobierno de
Vichy ante la Santa Sede:
"Señor Marshall Petaín:
En su carta del 7 de agosto de 1941, me honró solicitando información
respecto a preguntas y dificultades que pudieran surgir, desde el punto
de vista católico romano, por las medidas que su gobierno adoptó en
cuanto a los judíos. Tengo el honor de responderle que, en el Vaticano,
nada se me ha dicho que pudiera interpretarse como crítica o
desaprobación de las leyes o hechos directivos en cuestión..."!27
126. Andre Ribard, "1960 et le secret du VaticaiT (París: Líbrame Robín, 38,
rué de Vaugirard, 1954), p. 80; Frederic Hoffet, "Polilique romaine et demission
des Protestaras" (demission des laiques) (París: Fischbacher).
127. León Poliakov, "Breviaire de la haine" (París: Calmann-Levy, 1951),
pp.345,350-351.
Los Campos de la Muerte y la Cruzada Antisemita ^ 187
El periódico "L'Arche", al mencionar esta carta en un artículo
titulado "El silencio de Pío XII", habla de un informe subsecuente y
complementario que Berard envió a Vichy el 2 de septiembre de 1941:
"¿Existe contradicción entre el estado de los judíos y la doctrina
católica? Sólo una, y León Berard respetuosamente se la señala ai jefe
de estado. Radica en que la ley del 2 de junio de 1941 define a los
judíos como raza... La iglesia —escribió el embajador de Vichy—
nunca profesó que se deba dar los mismos derechos a todos los
ciudadanos... Como me dijo una autoridad en el Vaticano, ustedes no
enfrentarán dificultades por el estado de los judíos".12S
Allí se ve, "traducida a la práctica", la "terrible" encíclica "Mit
brennender Sorge" contra el racismo, a la cual se refieren ampliamente
los apologistas.
Pero, en la obra de León Poliakov vemos algo aún mejor:
"La propuesta de la Iglesia Protestante de Francia, en el verano de
1942, para tomar medidas junto con la Iglesia Romana contra la
persecución de judíos, fue rechazada por los dignatarios católicos".' 29
Muchos parisinos aún recuerdan cómo los niños judíos eran
separados de sus madres, para enviarlos en trenes especiales a los
hornos crematorios de Auschwitz. La deportación de niños está
confirmada, entre varios documentos oficiales, en una nota del "SS
Haupsturmfuhrer Danneker", fechada el 21 de julio de 1942.
La terrible insensibilidad de la Iglesia Romana —y de su líder en
especial— inspiró estas palabras llenas de rencor del periódico
"L'Arche":
"Por más de cinco años el nazismo fue autor de ataques, profanación,
blasfemia y crimen. Por más de cinco años masacró a seis millones de
judíos. De esos seis millones, 1'800,000 fueron niños. ¿Quién dijo una
vez: 'Dejad a los niños venir a mí'? ¿Y por qué debían dejarlos 'venir a
mí'? ¿Para matarlos? Tras el papa militante, siguió un papa diplomático".
Del París bajo la ocupación, vayamos a Roma, ocupada también por
los alemanes después del colapso de los italianos. He aquí un mensaje
dirigido a Von Ribbentrop, ministro nazi de Relaciones Exteriores:
"Embajada Alemana en la Santa Sede. Roma, 28 de octubre de 1943.
"Aunque lo han instado de todas partes, el papa no ha expresado
128. "L'Arche", noviembre de 1958.
129. León Poliakov, "Breviaire de la haine" (París: Calmann-Levy, 1951),
pp. 345, 350-351.
188 La Historia Secreta de los Jesuítas
ninguna censura clara por la deportación de judíos desde Roma. Él sabe
que nuestros enemigos lo reprocharán por esa actitud, y que los
protestantes de países anglosajones la explotarán en su propaganda
contra el catolicismo. Al considerar este delicado asunto, el peligro que
podían correr nuestras relaciones con el gobierno alemán fue el factor
decisivo...
Firmado: Ernst von Weiszaeker".130
El 27 de julio de 1947, describiendo la carrera del barón Von
Weiszaeker —enjuiciado como criminal de guerra "por haber preparado
las listas de exterminación"—, "Le Monde" escribió:
"Percibiendo la derrota de Alemania, arregló para que lo asignaran al
Vaticano, aprovechando la oportunidad para trabajar de cerca con la
Gestapo".
Para beneficio de los lectores que aún no estén totalmente
convencidos, citaremos un documento alemán oficial que establece las
disposiciones del Vaticano, y de los jesuítas, hacia los judíos antes de la
guerra:
"Estudiando la evolución del antisemitismo en los Estados Unidos,
notamos con interés que el número de radioescuchas del padre
Coughlin (jesuíta), conocido por su antisemitismo, sobrepasa los 20
millones".131
El antisemitismo de los jesuítas en los Estados Unidos, y en todo
lugar, no puede sorprender al provenir de estos ultramontanos, ya que
concuerda perfectamente con la "doctrina". Veamos fo que dice Daniel
Rops, de la Academia Francesa. Este autor se especializa en literatura
religiosa y publica sólo con el patrocinio del Imprimatur. En una de sus
obras más conocidas, "Jesús y Sus Tiempos", publicada en 1944
durante la ocupación alemana, leemos:
"Sin embargo, en el transcurso de los siglos, dondequiera que la raza
judía era dispersada, corría sangre, y el clamor de muerte expresado en
la corte de Pilato siempre apagó el clamor desesperado que se repetía
miles de veces. El rostro de una nación judía perseguida llena la
historia; pero no puede borrar este otro rostro, manchado de sangre y
escupitajos, por quien la muchedumbre judía no tuvo compasión. Sin
duda, Israel no tuvo alternativa en el asunto y tuvo que matar a su Dios
después de repudiarlo; y así como, misteriosamente, la sangre pide
130. "Secret archives ofthe Wilhelmstrasse".
131. Ibid. (Berlín: Documento 83-26 19/1,25 de enero de 1939).
Los Campos de la Muerte y la Cruzada Antisemita 189
sangre, quizá la caridad cristiana tampoco tenga alternativa. ¿No debe
la voluntad divina compensar el insoportable horror (la crucifixión) con
los horrores de la violencia masiva?"132
¡Muy bien expresado! O, dicho más claramente: Si millones de
judíos tuvieron que pasar por las cámaras de gas y los hornos
crematorios de Auschwitz, Dachau y otros lugares, ese era el castigo
que merecían. Esta adversidad fue descada por la "voluntad divina", y
la "caridad cristiana" habría errado si hubiera actuado en favor de los
judíos.
El eminente profesor Jules Isaac, presidente del "Amitie judeochretienne",
al referirse a esas palabras, exclamó:
"Estas frases terribles y blasfemas provocan un horror insoportable".
Éste es agravado por una nota que dice: "Entre los judíos hoy...
algunos... tratan de eludir esta grave responsabilidad... En verdad, son
sentimientos honorables, pero no podemos ir contra la evidencia de la
historia... El terrible peso (de la muerte de Jesús) que Israel debe llevar
es algo que los hombres no pueden rechazar".133
Jules Isaac nos dice que la casa editora alteró las frases en cuestión
"en las ediciones más recientes" de este libro edificante, es decir,
después de la Liberación. Hay "tiempo" para todo: los hornos
crematorios eran anticuados.
Por tanto, desde la declaración doctrinal de los elevados principios
del papado, hasta su implementación por parte de Himmler —"nuestro
Ignacio de Loyola"—, el círculo se cierra. Podemos añadir que así, el
antisemitismo irracional del Fuhrer pierde mucho de su misterio.
Pero, ¿no nos permite también conocer mejor a ese individuo
desconcertante?
¡Es increíble todo lo que inventaron, antes de la guerra, para explicar
la evidente desproporción entre el hombre y el papel que debía
desempeñar! Había un vacío y todos podían percibirlo. Para llenar esa
brecha, hubo numerosas leyendas; se difundieron historias para engañar
a la gente; se recurrió al ocultismo y a magos orientales; y se dice que
unos astrólogos inspiraron al ermitaño sonámbulo de Berchtesgaden.
La decisión de usar la esvástica —originaria de la India— como
insignia del partido nazi, parece corroborarlo.
132. Daniel-Rops, "Jesús en son temps" (París: Artheme Fayard, 1944),
pp. 526-527. Imprimatur: 17 de abril de 1944.
133. Jules Isaac, "Jesús et Israel" (París: Albin MiclieL 1948), p. 382.
190 La Historia Secreta de los Jesuítas
Máxime Mourin refutó esa aseveración:
"Adolfo Hitler había estudiado en la escuela de Lambach y cantó en
el coro de niños en la abadía del mismo nombre. Allí descubrió la
esvástica, que era el símbolo heráldico del padre Hagen, administrador
de la abadía".134
Las "inspiraciones" del Fuhrer también pueden explicarse fácilmente,
sin recurrir a filosofías misteriosas o exóticas. Es obvio que este "hijo
de la Iglesia Católica", como lo describió Franco, estaba sujeto a los
impulsos de líderes misteriosos. Y sabemos que estos no tenían
asociación alguna con la magia oriental.
Los infiernos terrenales, que devoraron a 25 millones de víctimas,
llevan otra marea que se reconoce fácilmente: la de aquellos que
pasaron por una capacitación prolongada y meticulosa, como se ordena
en los "Ejercicios Espirituales" (de los jesuítas).
134. Máxime Mourin, "Histoire des Grandes Puissances" (París: Payot, 1958), p. 134.
191
Parte V
Capítulo 7
Los Jesuítas y el Collegium Russicum
^/Entre las diversas causas por las que el Vaticano decidió iniciar la
Primera Guerra Mundial —convenciendo al emperador Francisco José
de Austria para que "castigara a los serbios" — , la principal, como
vimos, ike .asestar un,.golpe,.dfiCiSLVó.,¿t la Iglesia Ortodoxa, su odiada
rival por siglos, f
Más allá de la pequeña nación serbia, el objetivo del Vaticano era
Rusia, tradicional protectora de los creyentes ortodoxos en los Balcanes
y en el oriente.
Pierre Dominique escribió:
"Para Roma esto fue muy importante: la victoria de ¿a monarquía
apostólica sobre el zarismo podría considerarse como la victoria de
.Roma sobre el cisma del oriente",135
A la Curia de Roma no le importaba que esa victoria sólo pudiera
lograrse mediante un enorme holocausto. Aceptó el riesgo o, más bien,
la certeza de éste, siendo inevitable debido a las alianzas. Compelido
por su secretario de estado, el jesuíta Merry del Val, Pío X no lo guardó
en secreto y, en la víspera de la batalla, el encargado de negocios de
Baviera escribió a su gobierno: "El (el papa) no cree que el ejército
francés y el ruso puedan ganarle a Alemania en una guerra".136
Este terrible cálculo resultó erróneo. La Primera Guerra Mundial, que
arrasó con el norte de Francia y causó la muerte de millones, no
satisfizo las ambiciones de Roma, Más bien, dividió a Austria y
Hungría, privando al Vaticano de su principal fortaleza en Europa y
liberando a los eslavos, que eran parte de la doble monarquía del yugo
apostólico de Viena,
Además, la revolución rusa liberó del control del Vaticano a aquellos
católicos romanos, mayormente de origen polaco, que vivían en el ex
imperio de los zares.
La derrota fue total. Sin embargo, la Iglesia Romana, con paciencia
135. Pierre Dominique, op. cic, p. 246.
136, Bayerische Dokumente zum Kriegsausbruch, III, p. 206,
192 La Historia Secreta de los Jesuítas
eterna, seguiría intentando establecer su política de la "Drang nach
Osten" —marcha hacia el este—, que se combinaba tan bien con las
ambiciones pangermánicas.
A eso se debieron, como vimos antes, la formación de dictadores y el
inicio de la Segunda Guerra Mundial, con los horrores que le siguieron.
Dos ejemplos crueles de éstos fueron la "purificación" de Wartheíand
en Polonia y la "catoíización forzada" de Croacia.
No importaba que 25 millones de personas habían muerto en campos
de concentración, que 32 millones de soldados habían muerto en los
campos de batalla, y que otros 29 millones habían quedado heridos y
mutilados. Estas son las estadísticas oficiales de la Organización de las
Naciones Unidas,137 mostrando la magnitud de la matanza. Esta vez, la
Curia Romana pensó que había logrado sus objetivos. El "Basler
Nachrichten" de Basilea declaró:
"La acción alemana en Rusia plantea el asunto de la evangelización
de ese país; el Vaticano está sumamente interesado en ello".138
Un libro dedicado a glorificar a Pío XII dijo:
"El Vaticano y Berlín firmaron un pacto, permitiendo que los
misioneros católicos del Colegio Russicum fueran a tos territorios
ocupados, y que los territorios bálticos fueran puestos bajo la
nunciatura de Berlín".139
La "catoíización" de Rusia se iniciaría bajo la protección del
Wehrmacht y la SS, tal como Pavelic y sus asociados lo estaban
haciendo en Croacia, pero en una escala mucho mayor. ¡Realmente era
un triunfo para Roma!
Qué gran decepción sufrieron, entonces, cuando el avance hitleriano
fue detenido en Moscú, y Von Paulus y su ejército quedaron atrapados
en Stalingrado. Era la época de Navidad de 1942, pero el siguiente fue
el increíble Mensaje —o el enérgico llamado a las armas— que el
Santo Padre dirigió a las "naciones cristianas":
"No es tiempo de lamentar sino de actuar. Que el entusiasmo de las
Cruzadas domine al cristianismo y se escuche el llamado '¡Dios lo
quiere!'; que estemos preparados para servir y sacrificarnos, como los
cruzados del pasado... Los exhortamos y les imploramos que
comprendan la terrible gravedad de la situación presente... En cuanto a
137. "La Croix", 7 de septiembre de 195].
138. "Basler Nachrichten", 27 de marzo de 1942.
139. Pío XII, "War messages to the world" (París: Bd. Spes, 1945), pp. 34,257ss.
Los Jesuítas y el Collegium Russicum 193
los voluntarios que participan en esta Santa Cruzada de los tiempos
modernos, eleven alto el estandarte, declaren la guerra a las tinieblas de
un mundo apartado de Dios".140
Ese día de Navidad estábamos lejos de la "paz de Cristo".
Este discurso de tono bélico no expresaba la "estricta neutralidad"
que el Vaticano decía adoptar en asuntos internacionales. Resultaba aún
más inapropiado porque Rusia era aliada de Inglaterra, Estados Unidos
y la Francia libre. Sonreímos al leer la vehemente respuesta de los
turiferarios de Pío XTI, que afirman que la guerra de Hitler no fue una
verdadera "cruzada", aunque el Santo Padre haya mencionado ese
término en su mensaje.
Los "voluntarios" que el papa llamó a las armas fueron los de ía
División Azul y los que reclutó el cardenal Baudrillart en París.
"La guerra de Hitler es una empresa noble en defensa de la cultura
europea", exclamó él el 30 de julio de 1941.
Sin embargo, notamos que al Vaticano ya no le interesaba defender
esa cultura cuando vio que procuraba impulsar a las naciones africanas
a rebelarse contra Francia. Pío XII dijo: "La Iglesia Católica no se
identifica con la cultura occidental".141
Fueron interminables las mentiras y las crasas contradicciones de
aquellos que acusaban a Satanás de ser el "padre de todas las mentiras".
La derrota que sufrieron en Rusia Eos ejércitos de Hitler, "estos
nobles defensores de la cultura europea", incluyó también a los jesuítas
que procuraban la conversión de la gente. ¡Tendríamos que
preguntarnos qué estaba haciendo Santa Teresa antes de ese desastre!
Pío XI la había proclamado "santa patrona de la infortunada Rusia", y
el canónigo Coube la representó parada, "sonriente, pero tan terrible
como un ejército listo para luchar contra el gigante bolchevique".142
¿Acaso la santa de Lisieux —que la iglesia usaba para toda clase de
trabajos— sucumbió ante la tarea nueva y gigantesca que le asignó el
Santo Padre? No nos sorprendería.
Pero, no fue la pequeña santa sino la Reina del cielo la que se
140. Pío Xn, "War messages to the world" (París: Ed. Spes, 1945), pp. 34,257ss.
141. "Le Monde", 13 de abril de 1956 (Congreso de estudiantes católicos de
áfrica). Véase también Francois Mejan,"Le Vatican contre la France d'Outre-
Mer" (Fischbacher),
142. Canónigo Coube, "Sainte Therese de l'Enfant Jesús et les crises du temps
present" (París: Flammarion, 1936), pp. 6ss. hnprimatur: 11 de enero de 1936.
194 La Historia Secreta de los Jesuitas
propuso en 1917, bajo ciertas condiciones, hacer que la cismática Rusia
retornara al redil de la Iglesia Romana. Veamos lo que "La Croix" dijo
al respecto:
"Les recordaremos a nuestros lectores que la Virgen de Fátima
prometió la conversión de los rusos si todos los cristianos, sincera y
gozosamente, practicaban todos los mandamientos de la ley
evangélica".143
Según los Padres jesuitas, especialistas en asuntos milagrosos, la
Mediadora celestial recomendó que era especialmente efectivo el uso
diario del rosario.
Esta promesa de la Virgen incluso había sido sellada con una "danza
del sol", lo que ocurrió otra vez en 1951 en los jardines del Vaticano,
para beneficio de Su Santidad Pío XII.
No obstante, los rusos entraron en Berlín a pesar del llamado papal a
la cruzada. Y, los compatriotas de Kruschev no mostraban intención
alguna de ir al Vaticano a mostrar su arrepentimiento.
¿Qué falló? ¿Quizá los cristianos no "rezaron" todas las cuentas de
sus rosarios? ¿O no cumplieron el número de "décadas" que requiere Dios?
Se podría pensar que esa fue la causa, si no fuera por un detalle
difícil de explicar en la historia de Fátima. La promesa de la conversión
de Rusia, dada a la clarividente Lucía en 1917, no fue "revelada" por
ella sino hasta 1941, cuando ya era monja; y recién en 1942 fue dada a
conocer al público por el cardenal Schuster, entusiasta partidario del
Eje Roma-Berlín. Se hizo público a petición, o quizá por orden, de Pío
XII, el mismo que tres meses después hizo el mencionado llamado a
una Cruzada.
En verdad es muy "iluminador". Uno de los apologistas de Fátima
admite que, por ese detalle, el asunto "evidentemente pierde algo de su
valor profético..."144 ¡Es lo más leve que se puede decir al respecto! Un
canónigo, especialista en el tema del "milagro portugués", nos dice en
forma confidencial: "Debo confesar que, en lo personal, con mucha
renuencia añadí a mis primeras ediciones el texto que Su Eminencia
cardenal Schuster reveló al público..."14-1'
143."La Croix", 11 de junio de 1947.
144. Midiel Agnellet, "Miracles a Fátima"
(París: Ed. de Trevise, 1958), p. 54. Imprimatur: 1958.
145. Canónigo Barthas, "Fátima, merveille du XXe siecle"
(Toulouse: Fátima Editions, 1957), p. 81. Imprimatur: 1957.
Los Jesuitas y el Collegium Russicum 195
Comprendemos lo que siente dicho canónigo:
En 1917 la Santa Virgen le dijo a la pastora Lucía: "Si mis deseos se
cumplen, Rusia se convertirá", pero al mismo tiempo le encargó que los
mantuviera en "secreto". Entonces, ¿cómo podían los cristianos
conocer esos "deseos" y cumplirlos?
"Credibile quia ineptum".
Pareciera que desde 1917 hasta 1942. la "infortunada Rusia" no
necesitaba oraciones en su favor. Las necesitó con urgencia sólo
después que los nazis fueron derrotados en Moscú y cuando Von Paulus
quedó atrapado en Stalingrado.
Al menos, esa es la única conclusión que permite esta revelación
tardía. Lo sobrenatural —como dijimos— es algo poderoso, pero debe
tratarse con cuidado.
Después de una conversación en Montoire, el general de los jesuítas,
Halke von Ledochowski, hablaba altivamente de una reunión general
que la Compañía realizaría en Roma cuando Inglaterra capitulara,
indicando que la importancia y grandeza de ese evento no tendría igual
en toda su historia.
Pero, la Providencia había determinado algo distinto a pesar de Santa
Teresa y la Virgen de Fátima. Gran Bretaña se mantuvo firme contra el
enemigo; Estados Unidos decidió participar en la guerra (a pesar de los
esfuerzos del padre Coughlin para evitarlo); los aliados desembarcaron
en el norte de áfrica; y la campaña rusa significó la derrota de los nazis.
Para Ledochowski, significó el colapso de su gran sueño. El
Wehrmacht, la SS, los que "limpiaban" ciudades y los convertidores
jesuitas se unieron en la retirada. La salud del general no resistió el
desastre y falleció.
Sin embargo, conozcamos el "Russicum" que Pío XI y Von
Ledochowski agregaron, en 1929, a la organización romana que era ya
tan amplia y variada.
"Con la constitución apostólica "Quam Curam", Pío XI creó este
seminario ruso en Roma, donde jóvenes apóstoles de todas las
nacionalidades recibirían capacitación, "con la condición de que
adoptaran, antes que nada, el rito bizantino-eslavo, y que determinaran
consagrarse totalmente a la tarea de hacer que Rusia volviera al redil de
Cristo". W6
146. "L'Homme nouveau" {L'Avenir catholique), 7 de diciembre de 1958.
196 La Historia Secreta de los Jesuítas
Ese era el objetivo del Colegio Pontifical Ruso, conocido como
"Russicum", el Instituto Pontifical del Este y el Colegio Romano, tres
centros administrados también por la Compañía de Jesús.
En el Colegio Romano —45, Piazza del Gesu— se encontraba el
noviciado de los jesuítas. Entre los novicios, algunos eran llamados
"russipetes", porque su destino era "petere Russiam" o "ir a Rusia".
Los creyentes ortodoxos debían estar vigilantes porque muchos
paladines valerosos estaban decididos a derrotarlos. Veamos, no
obstante, una afirmación del "Homme nouveau":
"El destino de todos estos sacerdotes es ir a Rusia. Pero, por el
momento este proyecto no puede realizarse".147
Según esta publicación, la prensa soviética llamaba a esos apóstoles
"paracaidistas del Vaticano". Y, por el testimonio de alguien muy bien
informado sobre el tema, concluimos que el nombre era muy
apropiado.
Esa persona era el jesuíta Alighiero Tondi, profesor de la Universidad
Pontificia Gregoriana, que rechazó los Ejercicios Espirituales de
Ignacio de Loyola —provocando considerable escándalo— y renunció
a la Compañía, con todo su boato y sus acciones.
Entre otras declaraciones, en la entrevista para un diario italiano, dijo
lo siguiente:
"Las actividades del Collegium Russicum y de otras organizaciones
asociadas con él son numerosas y diversas. Por ejemplo, con fascistas
italianos y los que quedan del nazismo alemán, los jesuitas organizan y
coordinan varios grupos antirrusos por orden de las autoridades
eclesiásticas. El objetivo fundamental es estar preparados, en cualquier
momento, para derrocar a los gobiernos del este. Las organizaciones
eclesiásticas dominantes proveen las finanzas. A este trabajo se dedican
los líderes del clero. Pero estos mismos, llevados por el dolor, rasgarían
sus sotanas si se les acusara de intervenir en la política y de instar a los
obispos y sacerdotes del este a conspirar contra sus gobiernos.
"Conversando con el jesuíta Andrei Ouroussof, le dije que era una
vergüenza que se afirmara, en el "Osservatore Romano" —voz oficial
del Vaticano— y en otras publicaciones eclesiásticas, que los espías
desenmascarados eran "mártires de la fe", Ouroussof se rió.
—Padre, ¿qué escribiría usted? —me preguntó— ¿Los llamaría
147. Ibid.
Los Jesuítas y el Collegium Russicum 197
espías o algo peor? Hoy la política del Vaticano necesita mártires, pero
por el momento es difícil hallarlos. Así que hay que inventarlos.
— ¡Pero eso es deshonesto!
Con una expresión irónica y moviendo la cabeza, dijo:
—Padre, usted es ingenuo. Por su trabajo, usted, mejor que nadie,
debería saber que los líderes de la iglesia siempre se han inspirado en
las mismas reglas,
—¿Y qué de Jesucristo? —le pregunté. Riendo me dijo:
— Uno no debe pensar en Jesucristo. Si pensáramos en El,
terminaríamos en la cruz. Y es tiempo de colgar a otros en la cruz en
vez de que nos cuelguen a nosotros".148
Como bien dijo el jesuíta Ouroussof, la política del Vaticano necesita
mártires, sean éstos voluntarios o no. Por tanto, "creó" millones de
ellos en dos guerras mundiales.
148, Entrevista publicada en "II Paese", 2 de octubre de 1954.
198
Parte V
Capítulo 8
El Papa Juan XXIII se Quita la Máscara
De todas las fantasías aceptadas en este mundo, quizá una de las más
difíciles de desarraigar sea el espíritu de paz y armonía que se le
atribuye a la Santa Sede, porque parece ser el espíritu inherente a la
naturaleza del magisterio apostólico.
A pesar de lo que nos enseña la historia —que no se conoce bien o se
olvida muy pronto—, el que dice ser el "vicario de Cristo" necesariamente
debe encarnar, ante los ojos de mucha gente, el ideal de amor y
fraternidad que enseña el evangelio. ¿No es eso lo que esperan la lógica
y los sentimientos?
Pero, los hechos nos muestran que tal suposición debe desaparecer;
hemos visto suficientes evidencias. Sin embargo, la iglesia es prudente
— como se nos recuerda a menudo— y rara vez actúa sin tomar
precauciones para cuidar las apariencias. "Bonne renomraee vaut mieux
que ceinture doree" (una buena reputación es mejor que un cinto de
oro), dice el proverbio. Pero, es mejor aun poseer ambos. El Vaticano,
que es inmensamente rico, se guía por esta máxima. Su codicia política
de poder siempre adopta pretextos "espirituales" y humanitarios,
proclamados "urbi et orbi" (en ciudad y mundo) mediante una intensa
propaganda financiada por el cinto dorado; y la "buena reputación",
preservada de ese modo, mantiene el ingreso del oro a ese cinto.
El Vaticano no se aparta de esa línea de conducta; y, cuando la
actitud de su jerarquía revela su verdadera posición en asuntos
internacionales, mantiene viva la leyenda de su imparcialidad absoluta
publicando encíclicas solemnes y ambiguas y otros documentos
pontificales. La era hitleriana incrementó esos ejemplos. ¿Podría
esperarse algo distinto de un poder autoritatívo que, supuestamente, es
transcendente y universal a la vez?
Rara vez se ha visto caer esa máscara. Para que el mundo sea testigo
de tal espectáculo, tiene que ocurrir una contingencia que, a los ojos de
la Santa Sede, ponga en peligro sus intereses vitales. Sólo entonces deja
de lado las ambigüedades y revela su verdadera intención.
Eso ocurrió en Roma el 7 de enero de 1960, cuando se hablaba de
El Papa Juan XXIII se Quita la Máscara 199
una conferencia "cumbre" que reuniría a líderes gubernamentales del
oriente y del occidente. El objetivo era establecer las condiciones para
una coexistencia pacífica entre los defensores de dos ideologías opuestas.
Por supuesto, no cabía duda respecto a la posición del Vaticano antes
del proyecto. En los Estados Unidos, el cardenal Spellman la mostró
claramente, incitando a los católicos a una conducta hostil hacia Kruschev
cuando éste fue invitado por el presidente norteamericano. Su Santidad
Juan XXIII por su parte, sin decir nada específico, en su mensaje
navideño mostró poco entusiasmo respecto a la idea de reducir la
tensión política. Su "esperanza" de que se estableciera la paz en el mundo
—un deseo que tal documento "debía" incluir— sonó débil, y varias
veces instó a los líderes occidentales a que fueran prudentes. Hasta ese
momento, sin embargo, el Vaticano había mantenido las apariencias.
Pero, ¿qué ocurrió en menos de dos semanas? ¿Falló otra "esperanza",
es decir, el deseo oculto de que no hubiera paz? ¿Fue la decisión del
presidente italiano Gronchi, de ir a Moscú, lo que rebalsó la copa de la
amargura en Roma?
Cualquiera que haya sido la causa, la tormenta estalló el 7 de enero.
Los truenos eclesiásticos resonaron (con una furia sin precedentes)
sobre los gobernantes "cristianos", culpables de anhelar el fin de la
guerra fría. El 8 de enero "Le Monde" publicó lo siguiente:
"El día en que el presidente de la república de Italia partiría para
realizar una visita oficial, y detalladamente preparada, a los líderes de
Moscú, el cardenal Ottaviani —sucesor del cardenal Pizzardo como
secretario de la congregación del Santo Oficio, o prefecto del tribunal
supremo de la iglesia— presentó el discurso más desconcertante en la
basílica de Saint Marie Majeure, durante un servicio matutino de
propiciación por la "Iglesia del Silencio".
"Nunca antes un príncipe de la iglesia, en uno de los cargos más
importantes del Vaticano, había atacado con tal furia a las autoridades
soviéticas, ni reprendido con tanta severidad a las potencias
occidentales que trataban con ellas".
"Le Monde" publicó partes del violento discurso, que justificaban
calificarlo como el "más desconcertante". "Los tiempos de Tamerlane
han retornado", afirmó el cardenal Ottaviani, describiendo a los líderes
rusos como "nuevos antícristos", que "condenan a la gente a la
deportación, prisión y masacre, dejando sólo desolación tras ellos". Al
orador le asombraba que a nadie más "le asustara darles la mano1', y
que, "por el contrario, se prepare una carrera para ver quién será el
200 La Historia Secreta de los Jesuítas
primero en hacerlo y en intercambiar sonrisas con ellos". Luego, les
recordó a sus oyentes que Pío XII se retiró a Castelgandolfo cuando
Hitler fue a Roma, olvidando que el pontífice había firmado con Hitler
un concordato muy ventajoso para la iglesia.
Los viajes espaciales también fueron condenados: "El nuevo
hombre... cree que puede violar el cielo realizando proezas en el
espacio, demostrando una vez más que Dios no existe".
Los "políticos y gobernantes" occidentales que, según el cardenal,
"se vuelven tontos por el temor", fueron criticados ásperamente, al
igual que los cristianos que "ya no reaccionan ni actúan con ira..."
Finalmente llegó a esta conclusión mordaz y significativa:
"¿Podemos estar satisfechos con cualquier disminución de la tensión,
cuando, en primer lugar, no puede haber calma en la humanidad si no
hay respeto fundamental por la conciencia, nuestra fe, el rostro de
Cristo cubierto otra vez con escupitajos, con la corona de espinas y
azotado? ¿Podemos extenderles la mano a los que hacen esto?"
A pesar de esas palabras dramáticas, no podemos olvidar que el
Vaticano no puede hablar de "respeto por las conciencias", puesto que
con descaro las oprime en ios países donde domina. Un ejemplo fue la
España de Franco, donde los protestantes eran perseguidos. Es una
desvergüenza, sobre todo de parte del secretario del Santo Oficio,
demandar que otros observen el "respeto fundamental", cuando la
Iglesia Romana lo rechaza por completo.
La encíclica "Quanta cura" y el "Syllabus" son explícitos:
"Anatema al que diga: todo hombre es libre para abrazar o profesar la
religión que su juicio considere ser el correcto" (Syllabus, artículo XV).
"Es una locura pensar que la libertad de conciencia y culto sean
derechos de todo ser humano" ("Quanta cura").
Juzgando por la forma en que trata a los "herejes", no nos sorprende
que el Vaticano condene sistemáticamente todo intento de lograr un
acuerdo entre naciones "cristianas" y las que son oficialmente ateas.
"Non est pax impilis" —¡no hay paz para los impíos!
El jesuíta Cavelli, como muchos otros antes que él, proclama que esa
"intransigencia" es la "ley más imperativa" de la Iglesia Romana.
Para contrarrestar la explosión de furia del cardenal, citaremos otro
artículo que apareció en la misma edición de "Le Monde", eí 9 de enero
de 1960:
"'La humanidad se acerca a una situación en la que es posible la
aniquilación mutua. En el mundo hoy, no hay otro evento comparable a
El Papa Juan XXIII se Quita la Máscara 201
este en importancia... Por tanto, debemos procurar incesantemente una
paz justa'. Eso afirmó e) presidente Eisenhower ayer, jueves, ante el
Congreso de los Estados Unidos, al mismo tiempo que el cardenal
Ottaviani, en Roma, condenaba la coexistencia como si se tratara de
participar en el crimen de Caín".
El contraste entre dos formas de pensamiento no podía ser mayor: la
humana y la teocrática —y no podía ser más obvio el peligro mortal
que se cernía sobre el mundo por ese núcleo de fanatismo ciego que
llamamos Vaticano. Su egoísmo "sagrado" era tal que no le importaban
las circunstancias, ni la necesidad urgente de un acuerdo internacional
para evitar la exterminación casi total que amenazaba a la humanidad.
El secretario del Santo Oficio —tribunal supremo cuyo pasado se
conoce muy bien— no tomaba en cuenta esas contingencias
insignificantes. ¿Iban los rusos a misa? Eso era lo importante; y si el
presidente Eisenhower no lo comprendía, era porque "parecía haberse
vuelto tonto por el terror", usando las palabras del fiero "Porporato".
El discurso frenético del cardenal Ottaviani nos hace sonreír y
también nos desconcierta. Muchos piensan que ese agitador no podía
persuadir a los "cristianos" de que debían aceptar la bomba atómica con
una actitud de gracia. ¡Pero debemos estar vigilantes! Tras este vocero
de la Santa Sede se halla toda la organización pontifical y, en especial,
el ejército secreto de jesuítas que no está formado por soldados
comunes. Todos los miembros de la famosa Compañía trabajan desde
posiciones de poder, y sus actos, sin hacer mucho ruido, pueden ser
muy efectivos, es decir, malignos.
Se difundió el rumor de que la posición cruel del cardenal Ottaviani
no reflejaba el pensamiento de la Santa Sede, sino el de un clan
"integrista". La prensa católica, al menos en Francia, trató de minimizar
la importancia de ese discurso violento. "La Croix" imprimió sólo un
resumen, omitiendo todas las expresiones violentas. Fue un oportunismo
astuto, pero no engañó a nadie. Era imposible que el secretario del
Santo Oficio lanzara desde el pulpito de Sainte Marie Majeure una
crítica tan aguda, de suma importancia política, sin tener la aprobación
del líder de esa congregación, su "prefecto", el Soberano Pontífice en
persona. Y, hasta donde sabemos, éste nunca desautorizó a su elocuente
subordinado. El papa Juan XXIII no podía lanzar esa bomba, pero al
hacer que uno de los dignatarios más importantes de la Curia tomara su
lugar, quería que su confabulación resultara obvia ante todos.
Además, por una extraña "coincidencia", ocurrió una explosión más
202 La Historia Secreta de los Jesuítas
leve al mismo tiempo mediante un artículo del "Osservatore Romano",
condenando otra vez al socialismo —aun al no marxista— por ser
"contrario a la verdad cristiana". Sin embargo, los que practicaban ese
"error" político no eran excomulgados "ipso facto" como los
comunistas. Tenían la esperanza de escapar del infierno, pero se
mantenía la amenaza del purgatorio.
Al mostrar tan vehementemente su oposición a los intentos de unir el
oriente y el occidente, ¿esperaba el Vaticano tener resultados positivos?
¿Esperaba intimidar a los gobernantes que procuraban la política de
paz? ¿O esperaba provocar entre los fieles un movimiento contra la
reducción de la tensión política?
Por irrazonable que parezca tal esperanza, es probable que haya
obsesionado a esas mentes clericales. Sus extraños puntos de vista
generalmente producen esas ilusiones. Además, no podían haber
olvidado la fantasía que usaron por tanto tiempo para engañar a los que
creían en elJos, y que al parecer compartían. Nos referimos a la
"conversión de Rusia" que, aparentemente, la Santa Virgen anunció en
Fátima en 1917 a la pastora Lucía; luego, ésta llegó a ser monja y
testificó de ello mucho después, en 1942, en las memorias que escribió
a pedido de sus superiores.
Este cuento de hadas quizá nos haga sonreír, pero el Vaticano —bajo
el pontificado de Pío XII— lo propagó por el mundo en innumerables
discursos, sermones, declaraciones solemnes, libros y folletos. Lo
propagó también con las peregrinaciones de la estatua de la Virgen —
una "Notre Dame" nueva y muy política— en todos los continentes,
donde —según se nos dijo— aun los animales llegaban a honrarla. Los
fieles recordaban la propaganda llamativa y las afirmaciones insensatas,
como la siguiente que publicó "La Croix" el 1 de noviembre de 1952:
"Fátima se ha convertido en una encrucijada... El destino de las
naciones puede decidirse mejor allí que alrededor de las mesas".
Sus turiferarios ya no podían refugiarse en ambigüedades. La
alternativa era clara: "disminución de la tensión o la guerra fría". El
Vaticano escogió la guerra y no lo ocultó.
Esa decisión no podía sorprender a nadie después de haber visto las
experiencias pasadas, aun las recientes. Y, si alguien se sorprendió,
quizá se debía a que Ja proclamación se hizo en forma directa, sin el
usual disfraz.
Para comprender la razón de la violencia, hay que considerar lo que
estaba en juego para el pontífice romano. Erraríamos al pensar que el
El Papa Juan XXIII se Quita la Máscara 203
Vaticano podía renunciar a una esperanza tan antigua como el cisma
mismo: lograr, por medio de una victoria militar, que los creyentes
ortodoxos volvieran a obedecerle. El surgimiento de Hitler se debió a
esa obstinada esperanza. Pero, la derrota final de su Cruzada no le abrió
los ojos a la Curia Romana para ver lo absurdo de tal ambición.
Existe otro anhelo aún más urgente: liberar a la Iglesia del Silencio
en Polonia, Hungría y Checoslovaquia, cuya situación se debió a
sucesos inesperados para la Santa Sede en la Cruzada nazi. "Qui trop
embrasse mal etreint" ("quien mucho abarca, poco aprieta") es un
proverbio sabio que nunca ha inspirado a fanáticos.
Para reanudar la marcha hacia el este —el "Drang nach Osten"
clerical— y recuperar las plazas perdidas, el Vaticano aún confiaba en
el "brazo secular" germánico, su principal defensor europeo, que
necesitaba ya nuevas fuerzas y vigor. A la cabeza de la Alemania
Federal —sector occidental del gran Reich— puso a un hombre de
confianza, e? canciller Konrad Adenauer, chambelán privado del papa.
En su política, por más de 15 años, se vio claramente el sello de la
Santa Sede. Mostrando al principio gran cautela y una mentalidad
"liberal" oportuna, "el Viejo Zorro" —como lo llamaban sus
compatriotas— trabajó en el rearme de su país. Por supuesto, el rearme
"moral" de la población, y en especial de la juventud alemana, era un
complemento indispensable para el primero.
Por eso, en los cargos importantes de los ministerios y oficinas
administrativas de Alemania occidental había personas con un
conocido pasado hitleriano —la lista es extensa— y líderes industriales
como Von Krupp y Flick. Éstos, que fueron condenados como
criminales de guerra, pronto estaban al frente de las gigantescas
empresas que les fueron devueltas. El fin justifica los medios. Y el fin
era muy claro: forjar la nueva espada de Siegfried, el arma que
necesitaban para la venganza en la que participaría también el Vaticano.
Así, en perfecta sincronía, en una entrevista con un periódico
holandés, el canciller-chambelán se hizo eco del discurso violento del
cardenal Ottaviani:
'La coexistencia pacífica de naciones cuyos puntos de vista son
totalmente opuestos, es tan solo una ilusión que, lamentablemente, aún
muchos apoyan".150
150. "Elseviers weekblatf, citado en "Combar" el 11 de enero de 1960.
204 La Historia Secreta de los Jesuítas.
El sermón "incendiario" del 7 de enero en Sainte Marie Majeure
ocurrió —como por coincidencia— unos días antes de que Adenauer
visitara Roma. Los reportes de la prensa recalcaron unánimemente el
ambiente de amistad y simpatía de la audiencia privada que, Su
Santidad Juan XXIII, concedió al canciller alemán y a Von Brentano, su
Ministro de Asuntos Exteriores.
"L' Aurore" incluso informó lo siguiente:
"Esta reunión provocó una declaración inesperada del canciller,
respondiendo a las palabras del pontífice que alabó el valor y la fe del
jefe de gobierno alemán:
'Creo que Dios le ha dado al pueblo alemán un papel especial que
desempeñar en estos tiempos difíciles: ser el protector del occidente
contra las influencias poderosas del oriente que nos amenazan"\151
"Combat" muy bien comentó:
"Habíamos oído esto antes, pero en forma más condensada: 'Gott mit
uns\ o sea, 'Dios con nosotros'" (el lema que aparecía en la hebilla de
las correas de los soldados alemanes en la guerra de 1914-1918).
Y ese diario añadió:
"La evocación del Dr. Adenauer acerca de la tarea atribuida a la
nación alemana se inspiró en una declaración similar del pontífice
previo. Por tanto, podemos suponer que si el Dr. Adenauer pronunció
esta frase en las circunstancias presentes, pensaba que sus oyentes
estaban preparados para oírla".152
En realidad, uno tiene que ser muy ingenuo y desconocer la
diplomacia fundamental para pensar que esa declaración "inesperada"
no era parte del programa. Además, estamos seguros de que no afectó
"la prolongada conversación que Adenauer tuvo con el cardenal
Tardini, secretario de estado de la Santa Sede, a quien invitó a almorzar
en la embajada alemana".,53
La espectacular intromisión del Santo Oficio en la política
internacional, expresada por el cardenal Ottaviani, desconcertó aun a
católicos que estaban acostumbrados a los abusos de la Iglesia Romana
en asuntos del estado. Roma estaba consciente de ello. Pero, perpetuar
la guerra fría era tan importante para el poder político del Vaticano, y
aun para su prosperidad financiera, que no titubeó en repetir esas ideas
políticas, a pesar de no haber sido bien recibidas.
151. "L'Aurore", 23 de enero de 1960.
152. "Combat", 23 de enero de 1960.
153. "Le Fígaro", 23 de enero de 1960.
El Papa Juan XXIII se Quita la Máscara 205
El viaje de Kruschev a Francia, en marzo de 1960, le dio otra
oportunidad. Dijon era una de las ciudades que el líder soviético
visitaría. Al igual que todos sus colegas, en tal situación el alcalde de
Dijon debía recibir cortésmente a quien estaba visitando la república
francesa. En Burgandy, una ciudad principal, el teniente de alcalde era
un religioso, el canónigo Kir.
Según la ley canónica, la Santa Sede había autorizado al sacerdote
para aceptar ese mandato doble, con todas las funciones y deberes que
implicaba. Sin embargo, su obispo le prohibió al canónigo-alcaide que
recibiera a Kruschev. En esa ocasión, la banda municipal tuvo que
ceder el paso a la sotana.
El visitante fue recibido por un asistente que sustituyó al teniente de
alcalde ausente. No obstante, la forma en que la "jerarquía"
menospreció a la autoridad civil en esa ocasión provocó comentarios
mordaces. El 30 de marzo "Le Monde" escribió:
"¿Realmente quién ejerce autoridad sobre el alcalde de Dijon: el
obispo o el prefecto? Y, por encima de estos representantes de) poder
central: ¿el papa o el gobierno francés? Esta es la pregunta que todos se
hacen..."
Sin duda la respuesta era: primero, la teocracia, ¿Significaba eso que,
a los que visitaban Francia, tenían que darles boletos para la confesión
si deseaban ser recibidos por el alcalde vestido de sotana?
En el artículo mencionado, el editor de "Le Monde" muy bien dice:
"Más allá de este asunto interno de Francia, la conducta de Kir nos
lleva a considerar un problema mayor. La acción del Vaticano no tiene
que ver tan solo con la relación entre un alcalde y su gobierno. Por la
forma en que ocurrió, constituye una intervención directa y
espectacular en la diplomacia internacional".
Esto es verdad, y las reacciones que provocó, casi en todas partes,
muestran que la opinión mundial comprendió claramente su
importancia. En los Estados Unidos, donde la gente había presenciado
las demostraciones hostiles organizadas por los cardenales Spellman y
Cushing durante la visita de Kruschev, empezaron a cuestionar si un
presidente católico romano realmente podría mantenerse independiente
de la Santa Sede.
Muchos temían que, en ese caso, la política extranjera del país se
inclinaría en favor de los intereses de la Iglesia Romana, perjudicando
los de la nación —eso es peligroso en toda circunstancia, pero más aún
en la situación de aquel tiempo.
206 La Historia Secreta de los Jesuítas
Después de la "bomba" lanzada por el cardenal Ottaviani, se
organizó "abiertamente" la oposición a que se redujera la tensión entre
el oriente y el occidente.
Algunos dirían que fue un instrumento absurdo, en comparación con
la amenaza de dejar en ruinas —tarde o temprano— a las naciones que
se atrevieran a permanecer en el punto muerto de un antagonismo
complejo. Pero, vemos que el Vaticano, forzado a usar armas
"espirituales", se propuso sacar el mayor provecho de ellas. Los
jesuitas, que dirigían su diplomacia, hacían lo posible para evitar la
peor "calamidad" que se había cernido sobre la Santa Sede: un acuerdo
internacional que excluía el recurrir a la guerra.
^ ¿Qué sucedería con el prestigio del Vaticano, con su importancia
política, con las ventajas económicas y de otro tipo que recibían de ella
si, por ese acuerdo, ya no podían confabular, usar su influencia,
regatear respecto a su cooperación con los gobiernos, favorecer a
algunos y amenazar a otros, oponerse a naciones, crear conflictos para
[lograr sus propíos intereses, y si no podía encontrar más soldados para
luchar por sus ambiciones sin control? ) '
No podían engañar a nadie, y menos aún a los jesuítas. Un desarme
general hubiera anunciado el fin de la Iglesia Romana como poder
mundial. Y la cabeza "espiritual" tambalearía.*
Por tanto, era de esperarse que los hijos de Loyola se opusieran, con
todo su arsenal de tretas, al deseo de lograr la paz entre las naciones y
los gobiernos. Para derrumbar el edificio, cuyos fundamentos apenas se
estaban colocando tentativamente, ellos no repararían en usar sus minas
y contraminas. Era una guerra sin misericordia, mía guerra santa,
motivada por el discurso violento del cardenal Ottaviani. Y, la
Compañía de Jesús la llevaría adelante con la obstinación ciega del
insecto — "ad majorem papae gloriam" —, sin ansiedad alguna por las
catástrofes que resultarían. El mundo debe perecer, ¡no la supremacía
del Pontífice romano!
t*NOTA DEL EDITOR:
Edmond Paris estaba en desventaja al no saber que habría un cambio
en la "ramera" de Apocalipsis para que se cumpliera la profecía bíblica.
Ella está preparada para toda eventualidad.
Los jesuitas hicieron cálculos respecto a una Tercera Guerra Mundial
y concluyeron que E.U.A. perdería, y el Vaticano siempre se une al
El Papa Juan XXIII se Quita la Máscara 207
ganador. Desde entonces ha brindado su entusiasta apoyo a Moscú e
incluso tuvo un papa comunista de Polonia, En secreto prepara un
concordato con Rusia, impulsando un evangelio marxista a nivel
mundial. Los jesuitas están actualmente detrás del movimiento de
desarme para restringir a E.U.A.
Moscú servirá al Vaticano como el músculo para conquistar a
naciones donde el catolicismo romano será la única religión que se
tolerará en el mundo. Se incitará a Rusia para que ataque a Israel,
cumpliendo las profecías de la Biblia (Ezequiel 38—39) y el anticristo
del Vaticano esperará su condenación en la segunda venida de Cristo.
J.T.C.
208
Conclusión
En este libro, hemos resumido las principales manifestaciones de la
multiforme actividad que la Compañía de Jesús ha desplegado durante
cuatro siglos. Asimismo, hemos establecido que el carácter militante,
incluso militar, de la famosa institución ultramontana justifica el título
que a menudo se te atribuye: "ejército secreto del papado".
Al frente de la acción, para la gloria de Dios, y de la Santa Sede en
especial. Tal es la orden a la que se dedicaron estos soldados religiosos
y de la cual se enorgullecen. Al mismo tiempo, por medio de libros y la
prensa religiosa que supervisan, en lo posible procuran encubrir como
empresas "apostólicas" lo que hacen en su campo favorito: la política
de las naciones.
Los jesuítas contaban con un camuflaje astuto, declaraban su
inocencia y se mofaban de las "intrigas siniestras" que, según ellos, les
atribuía sin fundamento la imaginación transtornada de sus enemigos.
Sin embargo, tuvieron más validez la hostilidad unánime de la opinión
pública hacia ellos, en todas partes y en todas las épocas, y la inevitable
reacción a sus intrigas, que causaron su expulsión de todos los países,
aun de los más católicos.
Las 56 expulsiones, contando sólo las principales, constituyen un
argumento incuestionable. Es suficiente para demostrar la naturaleza
maligna de la Orden.
¿Cómo no iba a ser perjudicial para las sociedades civiles, siendo el
instrumento más eficaz del papado para imponer su ley en los
gobiernos temporales, sabiendo que esta ley, por naturaleza, no
considera los intereses nacionales? La Santa Sede, siendo
esencialmente oportunista, apoya éstos cuando coinciden con los suyos
—sucedió en 1914 y 1939 — , pero si ella ayuda en esos casos, el
resultado final no beneficia a esas naciones. Vimos esto en 1918 y 1945.
Si el Vaticano —una organización anfibia: clerical y política— es
terrible con sus enemigos, o con los que se oponen a él, es aún más
mortal para sus amigos. Si uno se mantiene vigilante, puede prever sus
ataques secretos, pero sus abrazos son mortíferos.
Al respecto, en 1874, T. Jung escribió las siguientes palabras que no
han perdido relevancia: "El poder de Francia está en proporción inversa
a la intensidad de su obediencia a la Curia Romana".1
1. T. Jung, "La France et Rome" (París: Charpentier, 1874), p. 369.
Conclusión 209
Un testigo de años posteriores, Joseph Hours, al estudiar los efectos
de nuestra "desobediencia" tan relativa, escribió:
"No cabe duda; a través del continente (y hoy quizá en todo el
mundo), dondequiera que el catolicismo es tentado a volverse político,
también es tentado a volverse antifrancés".2
El comentario es correcto, aunque el término "tentado" sea débil. No
obstante, concluimos que "obedecer" sería más apropiado.
Realmente es mejor exponerse a esta hostilidad, en vez de llegar a la
conclusión a la que llegó el coronel Beck, ex Ministro de Asuntos
Exteriores de la Polonia católica:
"El Vaticano es uno de los principales responsables de la tragedia de
mi país. Me di cuenta muy tarde de que nuestra política extranjera
había servido sólo para los intereses de la Iglesia Católica".28
Además, el destino del imperio apostólico de los Hapsburgo no era
alentador. Alemania, tan amada por los papas y especialmente por Pío
XII, finalmente no pudo ser complacida con los costosos favores que le
brindaba Su Santidad.
Nos preguntamos si la Iglesia Romana obtuvo alguna ganancia de
esta aspiración insensata de gobernar el mundo, una pretensión que
especialmente los jesuítas mantuvieron viva. Durante los cuatro siglos
en que estos agitadores propagaron disensión, odio, muerte y
destrucción en Europa —desde la guerra de los Treinta Años hasta la
Cruzada de Hitler—, ¿ganó algo la iglesia o sólo sufrió pérdidas?
Es fácil responder: el resultado más claro e incuestionable es la
continua disminución de la "herencia de San Pedro", un fin triste para
tantos crímenes.
¿Acaso la influencia de los jesuítas tuvo mejores resultados en el
Vaticano? Es muy dudoso. Un autor católico escribió:
"Siempre procuran concentrar el poder eclesiástico que controlan. La
infalibilidad papal exaspera a obispos y gobiernos; no obstante, la piden
en el Concilio de Trento y la obtienen en el Concilio Vaticano (1870)...
Dentro de la iglesia, el prestigio de la Compañía fascina tanto a sus
adversarios como a sus amigos. La respetamos o, al menos, le
tememos; creemos que es capaz de hacer cualquier cosa, y actuamos
como corresponde".3
2. "L'Annee politique et economiaue" (19, quai Bourbon, París 4e, enero-marzo
1953), pp. 2ss.
2a. Declaración hecha el 6 de febrero de 1940.
3. Andre Mater, "Les Jesuites" (París: Reider, 1932), p. 118.
210 _^ La Historia Secreta de los Jesuítas
Otro escritor católico describió los efectos de esa concentración de
poder en las manos del pontífice:
"La Sociedad de Jesús sospechaba de la vida, la fuente de herejías, y
se opuso con autoridad a ella.
"El Concilio de Trento parece ser ya el testamento del catolicismo.
Es el último concilio genuino.
"Después de él, sólo habría el Concilio Vaticano, que consagra la
abdicación de los concilios.
"Todos conocemos la ganancia de los papas al final de los concilios.
"Qué simplificación — ¡y qué empobrecimiento!
"El cristianismo romano toma posesión de su carácter de monarquía
absoluta, basada ahora y siempre en la infalibilidad papal.
"El cuadro es hermoso, pero la vida tiene un costo.
"Todo viene de Roma, y a Roma se le permite apoyarse sólo en
Roma" .4
Más adelante, el autor resume lo que se le debe atribuir a la famosa
Compañía; "Tal vez retardó la muerte de la iglesia, pero mediante una
especie de pacto con la muerte".-''
Bajo esa influencia moral, una forma de esclerosis, si no necrosis, se
está extendiendo y corrompiendo a la iglesia. Los jesuítas son
guardianes del dogma —cuyo carácter anticuado acentúan con su
aberrante adoración a la virgen María—, y maestros de la Universidad
Pontifical Gregoriana que fundó Ignacio de Loyola. Como tales,
controlan la enseñanza de los seminarios, supervisan las misiones,
reinan en el Santo Oficio, alientan a la Acción Católica, censuran y
dirigen a la prensa religiosa en todos los países, y patrocinan con
mucho amor los centros importantes de peregrinaje: Lourdes, Lisieux,
Fátima, etc. En resumen, están en todas partes. Asimismo, es
significativo que cuando el papa ministra en ía misa, necesariamente lo
asiste un jesuíta; también su confesor es siempre un jesuiía.
La Compañía, al perfeccionar la concentración de poder en las manos
del Soberano Pontífice, en realidad trabaja para sí misma. El papa,
aparente beneficiario de ese trabajo, podría repetir las palabras
famosas: "Yo soy su jefe; por tanto, los sigo".
Así, cada vez resulta más difícil distinguir entre las acciones de la
Santa Sede y las de la Compañía. Pero esta Orden, pilar de la iglesia,
tiende a dominarla totalmente. Por mucho tiempo los obispos han sido
4-5. Henri Petit,"L'Honneur de Dieu" (París: Grasset, 1958),p, 88,
Conclusión 211
sólo "siervos civiles", ejecutores dóciles de las órdenes provenientes de
Roma, o más bien del Gesú.
Sin duda alguna, ante los fieles, los discípulos de Loyola procuran
ocultar la dureza de un sistema cada vez más totalitario. La prensa
católica, bajo el control directo de ellos, presenta una inspiración
variada para dar a sus lectores la impresión de ser independiente, de
estar abierta a ideas "nuevas". Los Padres, que se adaptan a todo según
les convenga, de buena gana utilizan esas artimañas que engañan sólo a
los soñadores. Pero, detrás de todo esto, el eterno jesuíta observa
atentamente. Respecto a éste, un autor escribió: "La intransigencia es
innata en él. Puede cambiar rápidamente, gracias a su astucia, pero sólo
sobresale en su obstinación".6
Hallamos ejemplos excelentes de esa obstinación y tendencia
insidiosa en el trabajo paciente de los miembros de la Compañía,
concillando —para bien o para mal— el espíritu "moderno" y científico
al cual dan atención, con las demandas de la "doctrina" en general y, en
especial con las formas idolátricas de devoción —adoración a María y
prodigios —.de las cuales son aún los más celosos propagadores.
Afirmar que esos esfuerzos tienen éxito sería una exageración:
cuando se mezcla agua y fuego, mayormente se obtiene vapor. Pero
incluso la inconsistencia de esas nubes complace a ciertas mentes
perspicaces, aun sabiendo que la obsesión por las ideas precisas
presenta peligros para una piedad sincera. "Vade retro, Satanás".
En ese aspecto, los metafíisicos alemanes son de gran ayuda. En ellos
encontramos lo que necesitamos, e incluso lo contrarío. Toda
superstición pueril, si se maneja con pedantería, adquiere cierta
apariencia de seriedad y aun profundidad. Resulta entretenido seguir
ese juego en los boletines y revistas de diversos grupos culturales.
Allí, el que busca, halla el material que necesita —sobre todo el
individuo que, por una tendencia anormal, disfruta al leer entre líneas.
Sin embargo, esos hombres llenos de amargura no viven sólo en el
ámbito de lo especulativo. Los Padres se aseguraban de dar una sólida
base temporal a su apostolado entre los "intelectuales". A los dones del
Espíritu que otorgan generosamente a sus discípulos, añaden grandes
ventajas. Además, se trata de una tradición antigua. En el tiempo de
Carlomagno, los sajones convertidos recibían una camisa blanca.
Ahora, los beneficiarios de una fe recién descubierta o renovada,
6. AndreMater, op. cit., p. 192.
212 La Historia Secreta de los Jesuítas
disfrutan de otros favores, en especial en el mundo académico y
científico: el estudiante que no es muy brillante, pasa los exámenes sin
dificultad; al profesor se le concede la cátedra que elige; el médico
"creyente", además de tener pacientes adinerados, recibe trato
preferencial si desea afiliarse a una sociedad importante, etc. Como es
natural, estos reclutas selectos llevarán a otros y, puesto que la unión
hace la fuerza, su trabajo unido será más eficaz en las altas esferas.
Se dice que esto puede verse en España y en otros lugares.
En "Le Monde", el 7 de mayo de 1956, Henri Fesquet dedicó un
artículo importante al Opus Dei español. Definiendo las acciones de
esta organización religiosa y ocultista, escribió: "Sus miembros...
tienen el objetivo de ayudar a los intelectuales a alcanzar un estado
religioso de perfección mediante el ejercicio de sus profesiones y
santificar el trabajo profesional".
Esto no es nuevo, y Fesquet lo sabe, porque luego dice: "Se les acusa
—y la realidad parece innegable— de querer ocupar los cargos clave en
el país, y de estar en el centro de la administración y gobierno de la
universidad, para impedir que ingresen en ella los no creyentes y los
liberales, o aun expulsarlos de allí".
El Opus, al parecer, entró a Francia clandestinamente en noviembre
de 1954, gracias a la labor de dos sacerdotes y cinco laicos, doctores o
estudiantes de medicina. Es posible. Pero, dudamos que ese refuerzo de
"Tras los Montes" fuera necesario, puesto que habían estado trabajando
ya por mucho tiempo en Francia, especialmente en el campo médico y
académico, como lo revelaron algunos escándalos en relación a
exámenes y competencias.
En todo caso, la rama francesa de esta Acción, que debía ser "obra de
Dios", no parecía ser clandestina a juzgar por lo que Francois Mauriac
escribió:
"Recibí una extraña confidencia. En verdad era tan extraña que, si no
hubiera tenido la firma de uu escritor católico que es amigo mío, y en
quien confío, habría pensado que era broma. Él había ofrecido un
artículo a un periódico; éste lo aceptó pero nunca acusó recibo del
mismo. Al pasar los meses, mi amigo se preocupó e hizo preguntas.
Después de un tiempo recibió esta respuesta del director del periódico:
'Como usted probablemente sepa, en los últimos meses el Opus Dei ha
estado revisando lo que publicamos. Y el Opus Dei rehusó
absolutamente autorizar que se imprimiera ese texto'. Este amigo me
Conclusión 213
preguntó: '¿Qué es el Opus Dei?' Y yo, franca y candidamente hago la
misma pregunta..." 7
El eminente Francois Mauriac pudo haber planteado esa pregunta —
que quizá no sea tan candida como asegura— a gente que él conocía
muy bien: escritores, editores, libreros, científicos, oradores, gente de
teatro y cine, a menos que prefiriera indagar personalmente en los
centros de publicación.
Respecto a la oposición de ciertos jesuítas contra el Opus Dei, se
trataba tan solo de rivalidad de grupos. La Compañía —como hemos
afirmado y probado— es "modernista" e "integrista" según la
oportunidad, porque está decidida a tener un pie en cada lado. De
hecho, "Le Monde" imprimió un artículo escrito por Jean Creach,
irónicamente, invitándonos a admirar un "Auto de fe de los jesuítas
españoles", que por suerte se limitaba a las obras de la literatura
francesa. Realmente este censor jesuita no parece ser "modernista" a
juzgar por lo que dice Jean Creach:
"Si el padre Garmendia tuviera el poder del cardenal Tavera, cuya
mirada fue resucitada por el Greco como rayo en una máscara verdosa,
sobre lo morado, España conocería nuestra literatura sólo por medio de
autores débiles... o aun decapitados".
Después de citar varios ejemplos divertidos del celo purificador del
Reverendo Padre, el autor ofrece esta pertinente reflexión:
'"¿Acaso son tan débiles los cerebros formados por nuestros jesuítas
que no pueden enfrentar ni los peligros más pequeños para vencerlos
por sf mismos?', susurró una lengua maliciosa. 'Dime, querido amigo,
si son incapaces de ello, ¿qué valor tiene la enseñanza que los hace tan
débiles?'"»
A este crítico humorístico podemos responderle que, la debilidad de
los cerebros moldeados por los jesuitas es, en realidad, el principal
valor de su enseñanza —así como su peligro.
Siempre volvemos a este punto. Por una vocación especial —y a
pesar de algunas excepciones honorables y famosas — , son los
enemigos declarados de la libertad de la mente: ¡Lavadores de cerebros
a los que les han lavado el cerebro!
Esa es su fuerza, así como su debilidad y su poder destructivo. Andre
7. "Le Bloc-notes de M, Francois Mauriac", "Express", 29 de octubre de 1959.
8. "Le Monde", 31 de agosto de 1950.
214 La Historia Secreta de los Jesuitas
Mater describió muy bien el totalitarismo de la Orden al escribir:
"Mediante la disciplina que lo une en espíritu con todos sus colegas
miembros, cada uno de ellos actúa y piensa con la intensidad de otros
30 mil. Esto es fanatismo jesuítico".9
Siendo más terrible ahora que nunca antes, ese fanatismo jesuítico,
amo absoluto de la Iglesia Romana, la ha enredado profundamente en
la competencia de la política mundial, en la que se deleita el espíritu
militante y militar que distingue a la Compañía. Bajo su cuidado, la
organización papal y la esvástica lanzaron un ataque mortal contra el
odiado liberalismo, tratando de establecer la "nueva Edad Media" que
Hitlcr había prometido a Europa.'0
A pesar de los planes prodigiosos de Von Ledochowski, de Ilimmler
—"nuestro Ignacio de Loyola"—, de los campos de muerte lenta, de la
corrupción de las mentes realizada por la Acción Católica y la
propaganda libre de los jesuitas en los Estados Unidos, el esfuerzo del
"hombre providencial" fracasó, y la "herencia de San Pedro", en vez de
crecer en el oriente, se redujo.
Una realidad innegable permanece: el gobierno nacionalsocialista,
"el más católico que Alemania haya tenido",í0 fue también el más
despreciable y cruel, sin excluir de la comparación las épocas de los
bárbaros. Esta es una afirmación dolorosa para muchos creyentes, pero
sería sabio meditar en ella. En los burgos de la Orden, donde el
entrenamiento era copia del método jesuítico, el amo del Tercer Reich
— al menos en apariencia— formó la "élite de la SS". Ante ésta,
conforme a los deseos de él, el mundo "temblaba", pero también
expresaba su desaprobación. Las mismas causas producen los mismos
resultados. "Hay disciplinas tan intensas que el alma humana no puede
soportar y que destruirían totalmente la conciencia... Crimen de
alienación de uno mismo, disfrazado como heroísmo... Ningún
mandamiento puede ser bueno si, en primer lugar, corrompe el alma.
Cuando uno se ha comprometido por completo en una sociedad, otros
seres pierden mucho de su importancia".1!
En realidad, los líderes nazis no tenían consideración alguna por los
"otros seres". ¡Lo mismo se puede decir délos jesuitas!
"La obediencia llegó a ser su ídolo".12
9. Andre Mater, op. cit,, p. 193.
10. Frederic Hofíet, op, cit., p. 172.
11-12, Henri Petit, op. cit., pp. 25,72-73.
Conclusión 215
Y aquellos que fueron acusados en Nuremberg, invocaron esta
obediencia total como excusa de sus terribles crímenes.
Del mismo autor que analizó tan bien eí fanatismo jesuítico, citamos
este juicio final:
"Censuramos a la Compañía con su habilidad, su política y engaño;
le atribuimos todos sus cálculos, motivos ocultos y ataques secretos; la
censuramos aun con la inteligencia de sus miembros. Sin embargo, no
hay un solo país donde la Sociedad no haya experimentado gran
decepción, donde no haya actuado en forma vergonzosa y provocado
ira justa contra ella.
• "Si su maquiavelismo tenía la profundidad que generalmente se le
atribuye, ¿se lanzarían constantemente estos hombres graves y
pensativos en abismos que la sabiduría humana puede prever, en
catástrofes que se podrían esperar porque la Orden había
experimentado otras similares en todos los estados civilizados?
"La explicación es simple: un genio poderoso gobierna a la Sociedad,
un genio tan poderoso que la arroja a veces contra obstáculos, como si
pudiera destruirlos "ad majorem Dei Gloriam".
"Este genio no es el del general, de su consejo, de los provinciales ni
de las cabezas de cada hogar...
"Es el genio viviente de este vasto cuerpo; es la fuerza inevitable que
resulta de la unión de conciencias sacrificadas, de inteligencias
esclavizadas; es la fuerza explosiva y la furia dominante de la Orden,
producto de su naturaleza misma.
"Cuando se acumulan muchas nubes, hay rayos poderosos y empieza
la tormenta".13
Entre 1939 y 1945, la tormenta mató a 57 millones de personas,
destruyendo y arruinando a Europa.
Debemos estar vigilantes. Otra catástrofe, y aun peor, puede estar
oculta en esas mismas nubes. Los rayos quizá caigan otra vez, lanzando
al mundo a "abismos que la sabiduría humana puede prever", pero de
los cuales, si permite que lo arrojen a ellos, ningún poder lo podrá
rescatar.
A pesar de lo que los voceros de Roma puedan decir, no fue el
"anticlericalismo" lo que nos motivó a estudiar con diligencia la
política del Vaticano, o la de los jesuítas, y denunciar sus motivos y
métodos de trabajo. Más bien, vimos la necesidad de revelar a la gente
13.1bid.,pp. 152-153.
216 La Historia Secreta de los Jesuítas
las artimañas de fanáticos que no se detienen ante nada para lograr sus
objetivos —el pasado lo ha demostrado muchas veces.
Hemos visto que, en el siglo 18, las monarquías europeas se unieron
para demandar la represión de esta Orden malvada. En la actualidad,
ella puede tramar en paz sus intrigas, y a los gobiernos democráticos no
parece preocuparles.
El peligro al que se expone el mundo, debido a esta Compañía, es
mucho mayor hoy que en la época del "pacto de familia", y peor aun
que cuando estallaron las dos guerras mundiales.
Nadie puede imaginar las consecuencias fatales que tendría otra
guerra.